miércoles, 27 de agosto de 2008

Madrigal de la muerte

Tu no fuiste una flor, porque tu cuerpo era
todas las flores juntas en una primavera.
Rojo y fresco clavel fueron tus labios rojos,
azules nomeolvides aquellos claros ojos,
y con venas y tez de lirio y de azucena
aquella frente pura, aquella frente buena
y, cómo respondía a todo ruborosa,
tomaron sus mejillas el color de rosa.
Hoy, que bajo el ciprés cercano de laureles
rosas y nomeolvides, y lirios y claveles
brotando de la tierra confunden tus colores,
parece que tu cuerpo nos lo devuelve en flores.



Francisco A. de Icaza

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